Relato 3

Un coloso de fuerza y bondad

El gigante Mandrónius

Si he visto más lejos ha sido porque he subido a hombros de gigantes.

Isaac Newton, científic

Lleida es tierra de gigantes. Por sus paisajes, por sus montañas, por sus ríos y por sus leyendas de corpulentos seres humanos capaces de todo. El gigante Mandrónius de Garós es un ejemplo. Un ejemplo colosal y contundente. Dicen que alcanzaba los tres metros de altura. Y aseguran que su fuerza era tal que podía de un solo golpe derribar a diez soldados romanos equipados con cascos, corazas y escudos. Habitaba una cueva próxima al pueblo de Betlan, pero pasó sus últimos días en Garós. Allí pidió que cavaran una enorme fosa donde descansarían sus hercúleos restos.

«Fue gigante y fue un líder. Los guerreros de las diferentes tribus del valle seguían sus órdenes y admiraban su valor en el combate y su admirable bondad».

Pasaron los días, los años y los siglos… Pero nunca dejaron de circular de boca a oreja las habladurías. Afirman incluso que una mañana un campesino que cultivaba patatas observó con sorpresa cómo un enorme hueso asomaba entre la tierra. Eran los restos del temido y respetado gigante. Incluso hay quien apunta que su calavera estuvo escondida entre los muros románicos de la iglesia parroquial de Sant Julià de Garós. Le atribuyeron poderes sobrenaturales. Podía sanar a los enfermos. Hacía más fuerte a todo aquel que la tocaba. Transmitía una energía especial a los más jóvenes. El legado de aquel gigante perdura. Todavía hoy día se organizan itinerarios que llegan a la cueva donde vivió el gran forzudo.

Fue gigante y fue un líder. Los guerreros de las diferentes tribus del valle seguían sus órdenes. Admiraban su valor en el combate. Y apreciaban su admirable bondad. Fiero en la lucha y humilde en su día a día, se esposó con una joven aranesa. Tuvieron una hija. Su vida era modesta y tranquila. Eran felices. Únicamente las avanzadillas de soldados romanos perturbaban su quietud. Desmoralizados y abatidos por las continuas derrotas, las tropas de Roma no sabían cómo acabar con el coloso. Idearon un plan macabro. Ante la imposibilidad de acabar con él, decidieron atacar a su familia. Secuestraron a su mujer y a su hija. Pensaron que su victoria estaba cerca, pero erraron…

Enfurecido como nunca, el gigante atacó el campamento romano. Enseres, tiendas, carruajes y almacenes… todo quedó derruido. Los romanos temblaban de pánico. Esperaban aterrorizados su final. Pero bondadoso y compadecido, el gigante les perdonó la vida. Aunque quiso enviar un mensaje a la Ciudad Eterna. Ordenó que cercenaran una oreja de cada soldado capturado. Las juntaron en un cofre y las mandaron a Roma. Era una advertencia brutal y explícita.

De su final poco se sabe. Se habla de una vida serena y sosegada junto a su familia. Se dice también que fue asesinado por los propios lugareños temerosos de su poder. Y cuentan que para someterlo tuvieron que salir en su busca. Y hubieron de preparar un plan a traición. Solo así pudieron doblegarlo. Y lograron reducirlo después de horas y horas de resistencia y de lucha.

Su leyenda sigue siendo recordada en la región. El viajero la escucha con atención y con curiosidad. Imagina a ese hombre-gigante. Lo visualiza en su cueva junto a su mujer y su hija. Piensa en su vida sencilla, tranquila y feliz. Imagina su corazón bondadoso. Y así, en este territorio gigante en paisajes, montañas y ríos, el caminante se siente confundido. Trata de comprender la leyenda. Busca, otra vez, nuevos mensajes. Y le interpela una pregunta: ¿Qué significa la palabra gigante?

Dice el diccionario que un gigante es un personaje de gran tamaño. Pero añade que es también alguien “excepcional”. Y remata: “Gigante es la persona que sobresale en algo”. El viajero cierra su cuaderno. Lo guarda en su mochila. Levanta la vista. Otea al horizonte. Una sonrisa se dibuja en su rostro. Aguarda en silencio durante unos minutos. Escucha el sonido del viento, el crujir de las ramas de los pinos y la melodía que produce el gorjeo de las aves. Y recuerda a Isaac Newton: “Si he visto más lejos, ha sido porque he subido a hombros de gigantes”. Retoma su marcha. Añade una nueva lección a su colección de experiencias por el territorio de Lleida. Camina feliz. El viaje no ha terminado. Hay lugares, aventuras y leyendas gigantes.      

Cuaderno de bitácora

Preguntas gigantes

El viajero revisa su bitácora y entiende que lo más importante no son las respuestas. El combustible que le impulsa a recorrer el territorio leridano son las preguntas: una y después otra, y otra más, y más… Preguntas nuevas y renovadas. Preguntas sobre un lugar. Y preguntas sobre uno mismo.

Escrito en el pueblo de Salardú, Vall d’Aran;
mientras el sol dibuja en el suelo la sombra del campanario.
Parece la silueta de un gigante. Pero es sólo la proyección de una luz.